Cuenta la historia que había un anciano que vivía en Virginia hace muchos años a orilla del río Rivanna. Estaba esperando para cruzar el río, hacía mucho frío y no había puentes, tenía que "tomar un viaje" para cruzar al otro lado. Después de una larga espera vio a un grupo de jinetes que se acercaba. Dejó pasar al primero, luego al segundo, tercero, cuarto y quinto. Hasta que el anciano miró a los ojos de uno de ellos y le preguntó " ¿Señor puede llevarme al otro lado del río?"
El jinete de inmediato respondió: "Claro que sí." Una vez cruzado el río, el viejo se deslizó hasta el suelo. "Señor", dijo el jinete antes de irse. "No podía dejar de notar que usted dejaba pasar a los demás jinetes sin pedirles que lo lleven, tengo curiosidad por saber porqúe a mí me pidió para llevarlo y a los otros no les dijo nada".
El anciano respondió en voz baja: "Miré a los ojos y no veía amor y sabía en mi corazón que sería inútil pedirles que me lleven. Pero cuando te miré a los ojos, vi compasión, amor y la voluntad de ayudar. Sabía que estarías encantado de traerme" .
Esas palabras conmovieron al jinete y solo atinó a decir. "Estoy agradecido por lo que me dice"
Gracias a ese gesto del jinete Thomas Jefferson pudo regresar a la Casa Blanca. .
Hay una frase conocida que dice "nuestros ojos son las ventanas de nuestras almas". Thomas Jefferson pudo ver en los ojos del jinete, el amor en esa persona para elegir pedirle que lo lleve y así hubiese sido el último jinete, vió en él la compasión que no percibió en los otros.
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