Cuenta la leyenda que un guerrero fue a ver al maestro Zen y le preguntó:
- ¿Existe el infierno? ¿existe el cielo? ¿donde están las puertas que me lleven a ellos? ¿por donde puedo entrar?
Era un guerrero sencillo, sin astucia en su mente, sólo conocía dos cosas, la vida y la muerte. El no había venido a aprender alguna doctrina, sólo quería saber donde estaban las puertas para poder evitar el infierno y entrar en el cielo.
El maestro Zen le respondió de la manera que sólo un guerrero podía entender. -¿Quién eres?- le preguntó.
- Soy un samurai, hasta el emperador me respeta- le respondió el guerrero.
- ¿Un samurai, tu? más bien pareces un mendigo- le replicó el maestro con un gesto de inusual sarcasmo.
El orgullo del samurai se sintió profundamente herido y olvidó para lo que había ido. Sacó su espada y ya estaba a punto de matar al maestro Zen, cuando éste llegó a balbucear: - Esta es la puerta del infierno, ésta ira, este ego, esta soberbia, ese falso orgullo te abren la puerta del infierno.
El guerrero entendió que había llegado a la puerta del infierno; arrepentido, puso de nuevo la espada en su cinto y le pidió perdón al maestro zen. El maestro percibió que el guerrero estaba siendo totalmente honesto, humilde y le dijo: -Aquí se abren las puertas del cielo.
El samurai asombrado se dió cuenta de la lección del maestro zen, de que el cielo y el infierno no están fuera de nosotros, están en nuestra mente. La mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos, sin embargo la gente sigue creyendo que existen en alguna parte fuera de su interior...el cielo y el infierno no están al final de la vida, a cada momento sus puertas se abren, en un segundo podemos pasar del cielo al infierno y del infierno al cielo.
Recurso recomendado: Controlando tu Mente
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