Había una vez un profesor muy especial del que se decía
que siempre estaba lleno de vitalidad y alegría de vivir.
Tenía el don de entablar relación con todo el que conocía,
se interesaba por todo, se tomaba interés, hacía preguntas y
hablaba claro y directo.
También tenía una extraña costumbre, se
iba por su cuenta a dar un paseo por el bosque, y tras
encontrar un gran árbol para sentarse, permanecía allí, sin su
habitual sonrisa. Sencillamente se sentaba allí y descansaba.
Un día, mientras estaba sentado solo bajo un gran árbol, se
le acercó uno de sus estudiantes que no conocía las
costumbres del maestro.
”Maestro”, dijo el estudiante “perdona que te moleste, pero tengo una curiosidad. ¿Por qué estás sentado aquí solo y sin tu habitual sonrisa de felicidad?”
“Es una pregunta importante”, respondió el maestro.
“Es uno de mis mayores secretos. Me estoy preparando”.
“¿Preparando?” preguntó el estudiante perplejo. ¿Qué quieres decir?
El profesor sonrió y explicó:
“Para seguir siendo feliz y poder seguir disfrutando de mí
mismo y tener la capacidad para asumir todo lo que experimento, a veces necesito tomar un descanso de la vida.
Por eso me voy solo, y consigo tiempo para dedicarme a mí
mismo, para ofrecer a mis baterías la oportunidad de
recargarse...
Historia Zen
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